“Tres o cuatro medallas”. El pronóstico, un tanto vago y sin precisar todos los nombres, fue lo que las autoridades del deporte nacional habían proyectado como resultado definitivo en París 2024. Una visión discreta que coincidía con la de aquellos que siguen de cerca el olimpismo. Así, la delegación argentina ocupó los tres lugares del podio: arrancó con el oro de José “Maligno” Torres en BMX Freestyle, le siguió la plata de Mateo Majdalani y Eugenia Bosco en el Nacra 17 de vela y concluyó con el bronce de Las Leonas. Y a estas medallas, le sumó seis diplomas olímpicos: Agustín Vernice (4° en canotaje), Julián Gutiérrez (8° en tiro), Matías Dell Olio (8° en skateboarding), los Leones, el fútbol y el rugby seven. Ante este panorama, nuestro país finalizó en el puesto 52° entre 206 naciones, un ascenso de 20 lugares respecto de Tokio 2020.
El dato más alentador es que rápidamente se volvió -al menos una vez- a lo más alto del podio, después de que en Oriente ningún atleta o equipo consiguiera el metal más preciado. El otro es que ya se cumplieron 40 años desde la última ocasión en que Argentina se retirara de unos Juegos Olímpicos sin medallas, un sabor amargo que sintió en Los Ángeles ‘84.
En algún punto, da la sensación de que en París “se salvó la ropa”, porque hubo un leve avance numérico respecto de lo que ocurrió hace tres años, cuando se obtuvieron tres medallas provenientes de equipos: la plata de Las Leonas, más los bronces del voleibol y del rugby seven. Pero el mal está arraigado desde hace varios años: el Estado condicionó al deporte olímpico a partir de 2017, cuando desfinanció al Enard y ya pasaron tres gobiernos de distintas ideologías políticas, pero idénticas decisiones con el deporte: todos le dieron menos de lo mínimo necesario.
Sobre este ítem, Mario Moccia, presidente del Comité Olímpico Argentino, insiste hace varios años con un reclamo: “Hay que recuperar la autarquía del presupuesto del Enard y poder tener más recursos. La desaparición del fondo que aportaba el 1% de la telefonía celular fue un mazazo para el deporte argentino”. El mentor de esa ley fue Gerardo Werthein, que en pleno desarrollo de estos Juegos y durante la 142° Sesión del Comité Olímpico Internacional fue designado vicepresidente del organismo. Y se verá cuáles pueden ser los beneficios para la Argentina a corto plazo con la proyección política del empresario argentino, si se considera que el alemán Thomas Bach dejará su cargo de presidente del COI el año próximo, según anunció.
Por lo pronto, el futuro es bastante desalentador, si se revisan las bases: se desactivaron los apoyos a los juegos juveniles provinciales y nacionales (Evita), y se recortaron los aportes a las escuelas formativas municipales, de donde cada tanto salía algún Braian Toledo, con lo que la producción en medallas es mucho mejor que el plan de desarrollo olímpico. Es el esfuerzo antes que la planificación; los emprendimientos personales por sobre la inversión institucional.
Diógenes de Urquiza, titular del Enard y que antes de que comenzaran los Juegos fue designado como subsecretario de Deportes tras el despido de Julio Garro, reconoce las dificultades: “Sin dudas hay mucho por trabajar, sobre todo en los deportes individuales; tenemos muchas dificultades que necesitan ser abordadas con una estrategia integral y focalizada, donde cada deporte con sus federaciones trabajen sus falencias buscando avanzar de a pasos pequeños pero firmes y con progresos significativos”.
El oro del “Maligno” Torres, sin dudas el rostro saliente del contingente nacional, alumbró gracias al talento y la valentía de este bicivolador que sorprendió de una rampa a otra en La Concorde. Pero también, el cordobés cuenta con el apoyo de la Agencia Córdoba -una sociedad económica mixta entre lo estatal lo privado- y varios sponsors colaterales (bebidas energizantes, zapatillas), que junto con la beca del Enard le permiten sentirse muy bien respaldado y competir al mejor nivel internacional de su disciplina. Solo se tiene que dedicar a rendir de la mejor manera.
Claramente, lo peor de la delegación argentina fueron los deportes de combate. Una muy reducida representación se frustró rápido en el intento, con la judoca Sofía Fiora y el taekwondista Lucas Guzmán, con el agravante de que ni siquiera hubo representantes en el boxeo, el deporte que más medallas le dio a Argentina en la historia (24). “Hay que comenzar por identificar en qué nivel se encuentra cada deporte y deportista, sincerarse con respecto a eso para poder planificar verdaderamente con estrategias que puedan mejorar su nivel. Hoy no es lógico pensar y proyectar una medalla olímpica cuando en tiempos o marcas no llegamos a un nivel panamericano de manera sólida y sostenida”, apunta De Urquiza. Desde el vamos, los dirigentes fueron conscientes de que el presupuesto asignado en 2024, de 11 mil millones de pesos, no era suficiente para atender todas las necesidades.
Al final, la Argentina se mantiene en su loop: hace 40 años, desde el regreso de la democracia, se habla de desarrollar una política deportiva en los niveles educativos, pero esa infraestructura es muy precaria para las escuelas y universidades estatales, mientras que no alcanza lo que se forma en las escuelas privadas. Lo de siempre: lo poco que se genera en cuanto a estallidos deportivos es por orgullo y no mucho más, porque se trata de un respaldo magro, de bolsillo flacos.
En las antípodas de la formación desde las bases figura el yachting: con un millón de dólares al año, es el deporte que mayor presupuesto recibe del Enard. Hay dos motivos: es de los más exitosos y tiene altos gastos. Solo un catamarán de la clase Nacra 17, una suerte de Fórmula 1 de la vela, cuesta aproximadamente US$ 25.000. Todo es viento a favor para las embarcaciones, sobre todo gracias a una enorme tradición y una gran cultura náutica en nuestro país. Y cada tanto aparecen fueras de serie en alguna categoría como Majdalani y Bosco. Santiago Lange, elegido el Mejor Navegante del Mundo 2016, se cansó de repetir cuando se refirió a ellos: “¡Son unos cracks!”.
Si se habla de deportes con fuerte desarrollo y popularidad, el fútbol y el tenis decepcionaron. La selección de Javier Mascherano quedó en deuda en París: pese a tener mayores de 23 años campeones del mundo (Julián Álvarez, Nicolás Otamendi como capitán y el arquero Gerónimo Rulli) y piezas Sub 23 de categoría (Equi Fernández, Medina, Zenón, Echeverri), fue liviano y discontinuo durante todo el torneo olímpico. El aura ganadora que ostenta la selección mayor no logró una prolongación a nivel olímpico. El equipo nacional, uno de los deportes que generaba mayores ilusiones de medalla, nunca hizo méritos para tener la posibilidad.
El tenis, uno de los deportes con rica historia de aporte de medallas para la Argentina (con cinco, dos de ellas de plata en singles), esta vez se quedó muy pronto sin chances, incluso teniendo el beneficio de jugar sobre el polvo de ladrillo de Roland Garros. La inexplicable decisión del capitán Guillermo Coria y de la AAT de no convocar a Horacio Zeballos (N° 1 en dobles) le restó posibilidades de podio. El equipo argentino presentó la máxima cantidad de tenistas hombres posibles (seis) y dos mujeres y compitió en todas las categorías disponibles.
El rugby seven era un candidato fijo a una presea, pero alcanzó su pico de rendimiento del año en el momento en que menos importaba: cuando llegó a la final del circuito seven de Madrid ya tenía jugadores lesionados y suspendidos y lo mismo sucedió durante los Juegos Olímpicos. Las consecuencias se pagaron con la derrota en los cuartos de final ante Francia, entre abucheos y reprobaciones. Y mientras el voleibol sintió crudamente el cierre de una era y se extravió enseguida en la idea de defender la medalla de bronce de Tokio, también el handball perdió todos los partidos del grupo, víctima de rivales imposibles. Así, el equipo de Guillermo Milano vio pasar a una gran camada y Diego Simonet dijo adiós al olimpismo.
En cuanto al hockey, Los Leones perdieron en cuartos de final jugándole un partidazo a un equipo top como Alemania, pero se despidió con el peor desenlace posible: un gol de córner de Gonzalo Peillat, el campeón olímpico de Río 2016 que festejó ante sus excompañeros. En tanto, las Leonas conservan la increíble vigencia de haberse subido al podio en seis de los últimos seis Juegos, aunque quedaron claras las diferencias que las separan de Países Bajos, el campeón. Como nunca antes, las chicas de Fernando Ferrara sacaron a la luz la paradoja de mantenerse como las N° 2 del mundo y no tener un sintético mínimamente aceptable donde entrenarse. En relación a la performance de los equipos, Moccia apuntó: “Podríamos haber estado jugando finales en rugby seven y en fútbol, pero no se dieron circunstancias de juego para poder avanzar. Estamos en una etapa con recambios en varios deportes y hay que esperar mientras se sigue trabajando”.
Dentro de la nula injerencia de la Argentina en la natación olímpica y mundial, allí están los jovencitos Agostina Hein (16 años, 400 y 800 metros libres) y Ulises Saravia (18 años, 100 metros espalda), dos apuestas a futuro que habrá que cuidar y saber llevar. Pero no hay ni hubo un programa ya desde hace tiempo; se carga todo en la suerte o el talento de los deportistas que buscan evolucionar en el extranjero, planificación que no alcanza en el máximo nivel mundial. El atletismo también es deficiente desde hace muchísimos Juegos Olímpicos: de los seis representantes, el único destacado fue Elián Larregina, que llegó a las semifinales de 400 metros. “Vamos a buscar nuestras mejores marcas afuera, ya que tenemos las condiciones para entrenarnos mejor”, le dijo el suipachense a La NACION, además de despacharse sobre las pésimas condiciones del Cenard, en donde vive.
Agustín Vernice consiguió por lejos el mejor de los diplomas con el cuarto lugar en canotaje. Si es por mérito, hasta podría considerarse casi como una medalla. El kayakista es uno de los deportistas más subvalorados de nuestro país, pero desde hace siete años viene metiéndose en casi todas las finales a nivel mundial y olímpico. Convive con la elite de su deporte al rozarse permanentemente con los mejores y superó el 5° puesto de Javier Correa en Sydney 2000, en tanto que es muy prometedor lo de Julián Gutiérrez en tiro: el catamarqueño se transformó en el mejor de la historia de nuestro país en rifle de aire 10 metros, al finalizar 8°. En el repaso, el remo y el ciclismo no salen de su parálisis y el golf pudo haber empujado un poco más, con dos muy buenos valores de PGA Tour como Emiliano Grillo y Alejandro Tosti.
Desde febrero próximo, el Enard promete “trabajar en la definición de los nuevos objetivos estratégicos para quienes forman parte de cada universo”. Planea diseñar un plan a corto, mediano y largo plazo (2024-2032) que contemple las necesidades de cada deporte en el alto rendimiento y que sea “una herramienta para potenciar la actividad en busca de la excelencia”. Más allá de los slogans, el desafío es que sean eficientes en un país como la Argentina, sin previsibilidad y jaqueado siempre por tembladerales económicos. Igualmente, el deporte seguirá lejos de ser una prioridad, pero sí resultaría interesante dar algunos pasos hacia adelante, creando desde las bases.
Fuente: La Nacion