13 January, 2025

Hay victorias y victorias. Con mayúsculas. Y la de este domingo no será una más para Ale Galán y Juan Lebrón, se han proclamado campeones del Milán P1 en una heroica final ante Los Superpibes que sabe a muchas cosas.

Y es que todo lo que se diga de esta final, quizá, sea injusto. Definir con palabras un ejercicio tan completo y superlativo por parte de los cuatro jugadores sería intentar limitar la belleza del deporte en su máximo esplendor.

Porque el partido tendría todo. Y todo es todo. Emoción, dominio, igualdad, cambios de propuesta, errores, nervios, aciertos, highlights…, por tener tendría hasta tres tie-breaks y probablemente ese sea el mejor resumen.

La final de Milán era en cierta medida el resumen del pádel que ha sido, del que es y del que seráLos Uno y Los Superpibes aúnan en gran medida muchos de los sentires del pádel de antes, del que ha irrumpido ahora y del que mantendrá el norte los próximos años.

Dos estilos distintos, dispares y que confluyen en un punto tangencial, la ambición del trabajo. Pocas parejas pueden hacer gala de trabajar más y mejor su suerte cuando las cosas salen y, áun más, cuando no lo hacen. Por eso todo se resolvería este domingo como se resolvería.

El salto a pista sería el esperado con la igualdad por bandera. Con el partido miliemtrado cada ventaja se contrarrestaba de forma automática. Si había break, llegaba la contra; si había distancia en la muerte súbita, se volvía a reiniciar. Y, así, hasta que Los Uno darían el mordisco final.

Una dentellada de esas que buscan la herida profunda, la que tiene efecto retardado, pero que en la curtida piel de Los Superpibes era otro día más levantándose para ir a entrenar.

Franco y Martín se han acostumbrado a vivir y competir a contracorriente, desde la distancia, y solo su capacidad para negar la mayor les permite lograr imposibles que al resto se nos escapan. Y, sino, que se lo digan a Galán y Lebrón cuando parecían tener todo encarrilado en el segundo set y, primero, servían para ganar el torneo; o después, cuando dispusieron de hasta tres match balls.

Stupaczuk y Di Nenno celebran el segundo set en la final del Milán P1

Stupaczuk y Di Nenno celebran el segundo set.

PP

Pero, a Stupa y Di Nenno hay que darles la estocada. Y puede que, incluso así, se revuelvan luciendo una vida más con la que no se contaba. Igualarían el encuentro, forzarían el tie-break y cuando todo parecía dispuesto para su sentencia forzaban el tercer parcial.

Una tercera manga en la que, sí, todo seguiría igual. Y cómo no hacerlo. Si Lebrón atravesaba un mal momento, Galán tiraba de él; si Ale no daba para más, Juan se enganchaba con una genialidad. Y la misma propuesta presumía en el lado contrario pues si Di Nenno no encontraba solución al bloqueo, Stupa cruzaba la pista entera a su espalda; si Franco claudicaba en el cruzado, Martín ponía en juego dos, tres y hasta cuatro pelotas más.

Y, claro, solo la muerte súbita podía resolver una paridad que de ser por el aficionado al pádel nunca hubiera acabado. Casi tres horas de partido iban a finalizar con un nuevo ida y vuelta que acabaría de una forma inmerecida con un choque de voleas entre Stupa y Martín que hacía caer al suelo a unos victoriosos Galán y Lebrón.

Por 7-6, 6-7 y 7-6 la pareja uno del ranking FIP se hacía con el Milán P1, su primer título Premier del año y el quinto de sus carreras en este circuito. Una victoria que, primero, celebrarían ambos a su manera, por separado, para después fundirse en un abrazo que suena a despedida pero, al menos, a la que hace justicia a su trayectoria, desde la cima, en lo más alto.