Hace un año, todo el mundo del básquet se sorprendió cuando conoció que Sudán del Sur se había clasificado al Mundial. Siendo el país más joven del mundo (11 años), ya sumaba un hito muy especial. Y ahora agregó otro, aún más impactante: se metió en los Juegos Olímpicos de París 2024 tras lograr dos victorias resonantes y conseguir el boleto como el mejor ubicado de su continente. Hay grandes responsables, desde jugadores hasta el entrenador, casi todos han sido refugiados o son hijos de refugiados, pasando por Luol Deng, el ex NBA que es el presidente de la Federación. Pero el gran héroe es otro jugador. O ex. Manute Bol, el jugador más alto de la historia de la NBA, el que abrió las puertas a mediados de los ‘80 y quien dio todo, desde su libertad, dinero y salud, para mediar en una crudísimas guerra civil y lograr así la independencia de Sudán del Sur en 2011.
Su abuelo medía 2,38 metros, su padre 2,09 y su madre, 2,08. Pero nada de eso impacta tanto como la forma en la que vivía Manute Bol en una zona selvática cerca de Turalei, Sudán del Sur. Era parte de una aldea dinka, un pueblo trashumante que vivía en el campo y se dedicaba básicamente a la ganadería. Vivían parcialmente desnudos, sin agua corriente, electricidad, alfabetización o leyes escritas (permitían la poligamia). Tampoco conocían la medicina occidental, sólo las naturales que preparaban de forma casera. Confiaban en costumbres muy disímiles a las nuestras, como recoger la primera orina de la mañana, lavarse la cara con ella y, luego de mezclarla con leche, beberla como la infusión inicial del día. Y seguían algunas ancestrales. Manute, como todos, tenía apenas seis años cuando le arrancaron ocho dientes de cuajo, como símbolo del fin de la niñez. Y tenía 14 cuando le hicieron cuatro cortes de navaja en distintas partes de la cabeza para marcar el inicio de la adultez. En cada ritual al Dios Nhialac, los chicos no podían llorar ni quejarse. El objetivo: aprender a soportar el dolor. Así creció hasta que conoció el básquet…
Su primo le dijo que este deporte podía ser su futuro. Por su altura y facilidades en los movimientos. Pero, claro, no le fue fácil aprender. Primero porque tenía un defecto en los dedos de los pies: eran tan largos y se retorcían hacia adentro, muchos creen que por nunca haberse calzado… Ya en Jartum, la capital adonde se mudó para aprender, cuentan que intentó volcar la pelota y, por un error de cálculo, terminó enganchándose la boca con la red, perdiendo dos dientes, los cuales recién pudo reponer siete años después en Estados Unidos, cuando conoció por primera vez a los dentistas…
El golpe de suerte ocurrió cuando Don Feeley, un estadounidense de una pequeña universidad de New Jersey (Fairleigh Dickinson), lo vio jugar en vivo, en la Universidad Católica. Tras testearlo con una exigente rutina que comenzaba a las cinco de la mañana, aquel coach lo invitó a viajar a Estados Unidos para una prueba. Manute aterrizó en mayo de 1983 para vivir una gran experiencia de vida, sin saber una palabra en inglés y tras dejar una vida diametralmente opuesta. Tan distinta que el primer oficial de migraciones se sorprendió cuando lo vio y leyó en el pasaporte que sólo medía 1,59 metros. En Sudán lo habían medido sentado…
Su altura sorprendió a todos. Y su fama llegó hasta la NBA, cuando todavía no había jugado un partido oficial. Los Clippers lo eligieron en el draft de 1983, pero la NBA lo declaró inelegible y el sudanés terminó en la Universidad de Bridgeport, facultad pequeña de segunda división. Ahí estuvo una sola temporada (1984/85) pero le alcanzó para generar un sorprendente impacto. Dentro y fuera de la cancha. Al punto de que no se conseguían entradas para un estadio de 1.800 personas que, antes de su llegada, jugaba con apenas el 30% del aforo ocupado. La historia del extraño gigante se hizo cada día más conocida, a partir del gran nivel deportivo del pivote. Manute promedió 22,5 puntos, 13,5 rebotes y 7,2 tapas para que el equipo ganara 26 de los 31 partidos.
De ahí se fue a jugar como profesional, primero a la USBL, en los Gulls de Rhode Island. Allí compartió equipos con dos jugadores que serían NBA, Hot Rod Williams y Spud Webb, un base de apenas de 1,69 metros que llegó para hacer el contraste ideal con sus 2,31 y armar una campaña de marketing. En el puñado de partidos que jugó, Manute cautivó a reclutadores NBA al bloquear 14 tiros por juego… Por eso no sorprendió que Washington lo eligiera en el draft 85. Bol se convirtió en el primer africano en jugar en la mítica liga. En el primer partido oficial, Bol impactaría con 15 tapas, la segunda mejor marca de la historia.
Se convirtió en el gran foco de atención de la NBA. Por su altura, claro, pero también por su juego, historia y carismática personalidad. Empresas como Nike, Coca Cola y Kodak se acercaron y lo contrataron como su imagen. Así fue que, en su primera temporada, Manute embolsó casi tan dinero por sponsors (USD 100.000) que por su salario (USD 130.000). Los Bullets lo aprovecharon bien y no sólo en la cancha. Copiando el éxito de aquel equipo de USBL, centraron su temporada en la campaña de marketing protagonizada por este personaje llamativo. Incluso, para completar la estrategia, eligieron en el draft al jugador más bajo de la historia (1,59 metros), con la idea de exacerbar la talla de Manute. Una foto de ambos, el más bajo y el más alto (Bol comparte ese privilegio con el rumano Muresan), es una de las fotos más icónicas de la historia de la NBA. Para completar el combo, Bol respondió en la cancha siendo una máquina de taponar tiros. Al punto de batir el récord de promedio (4,97) y cantidad tapas (387) para un debutante.
Taponador excelso, luego sorprendió al mundo al ponerse a tirar y meter triples. Un pivote tirador, parece que Manute también estaba adelantado en eso. Una noche, en Phoenix, metió seis en una primera mitad. En la NBA terminó jugando diez temporadas, aunque en las últimas dos sólo sumó 33 partidos, a causa de la artritis en rodillas y muñecas. En total cambió de equipo seis veces hasta que se retiró en 1995. Cuando dejó la NBA, buscó opciones en el exterior y hay dirigentes de Ferro que aseguran que tenía todo arreglado para que jugara en nuestra Liga Nacional en Caballito. Prefirió África, para estar más cerca de su país. Primero Uganda, en 1996, y luego en Qatar, la última vez que se lo vio vestido de jugador. A esa altura, los dolores corporales eran más fuertes y Manute tenía un fin mucho más elevado…
Retirado, Bol ya tenía claro que usaría todo lo logrado en la NBA, incluidos los más de 10 millones entre salarios (5,9) y contratos publicitarios, para lograr la salvación de un país arruinado por décadas de una encarnizada lucha. La Guerra Civil Sudanesa tuvo sus orígenes en los ‘50. Por muchos motivos, sobre todo costumbres y creencias religiosas. El Sur, cristiano y tribal. El Norte, musulmán y más desarrollado. En realidad hubo dos conflictos, el segundo mucho más brutal, uno de los más largos (1983-2005) y feroces del siglo XX: 2 millones de civiles fueron asesinados en el sur y otros 4 millones se calculan que fueron desplazados de sus hogares.
Se estima que Manute Bol perdió cerca de 250 familiares en la guerra. Sin embargo, lejos de buscar revancha, no sólo luchó por liberar a su pueblo sino que intentó, siempre, unir a las facciones. Primero visibilizó el conflicto en el mundo y luego le puso el cuerpo. Y su bolsillo. Viajó a la zona de conflicto, arriesgando su vida, para organizar ayuda humanitaria. También destinó parte de sus millones para ayuda solidaria, solventar a los grupos independentistas y construir escuelas. Aseguran que en total fueron 41 en todo el país, sin hacer distinciones.
Su mujer lo abandonó y se volvió a Estados Unidos para vivir con sus cuatro hijos, pero Manute sabía que su destino estaba en su país. Ser el más importante embajador africano en el mundo de la época hizo que el gobierno del norte lo invitara para empezar las negociaciones de paz. Le aconsejaron no asistir a esa reunión, pero él prefirió arriesgar. Y fue engañado… Como condición para la paz le pidieron que se convirtiera al Islam, pero como Bol lo rechazó, Omar Bashir, el presidente de facto del Norte, aprovechó para acusarlo de espía estadounidense y fue condenado a prisión domiciliaria. Pasó un par de años encerrado, sin trabajo ni dinero, pero manteniendo su voluntad de mediar en el conflicto. La presión de organismos internacionales hizo que los extremistas musulmanes lo liberaran. La reacción popular le hizo dar cuenta que su poder e impacto habían crecido aún más. Algo similar a lo que había pasado con Nelson Mandela en Sudáfrica.
En bancarrota, Bol tuvo que vender sus casas en Egipto y Jartum, y la de Estados Unidos fue embargada por falta de pago. Luego, en julio del 2004, fue un accidente de tráfico en Connecticut que le provocó varias fracturas y secuelas. Pero Manute no aflojó y en 2005 creó la Fundación “Sudán Sonríe” y puso el cuerpo en un par de presencias para recaudar dinero y así continuar con la lucha humanitaria en su país.
Ya más enfermo y contra la opinión de su propia familia, volvió a su país cuando supo que la paz podía definitivamente consolidarse. Así fue, con una sola presencia, fortificó el movimiento. Ambas facciones detuvieron los ataques y el tratado se firmó, incluyendo el referéndum de autodeterminación.
Al fin, en el Sur podían decidir su propio destino y Manute sentía que su deber estaba cumplido. Eso sí, ya no podría disfrutar mucho más… Para él ya era tarde. Su enfermedad renal había empeorado y otra extraña en la piel, síndrome Stevens Johnson, se desencadenó en su país. Algunos creen que, casi como un designio del destino, una vez que se relajó, tras lograr el objetivo, su condición empeoró. Falleció el 19 de junio del 2010 en Virginia. Su impactó quedó claro en su funeral, presenciado por más de un millón de personas. Como no podía ser de otra manera y aunque muchos de sus hijos –incluyendo Bol Bol, alero de 22 años y 2,18 metros que sigue su historia NBA jugando para Orlando Magic– viven en Estados Unidos, los restos de Manute descansan en Turalei…
Pocos meses después de su fallecimiento, a comienzos del 2011, el referéndum por la independencia se realizó con resultados apabullantes a favor (99% de los votos) y el 9 de julio, Sudán del Sur se convirtió oficialmente en el estado soberano más joven del mundo. Manute Bol ya no estaba físicamente, pero su legado se sabe gigante. Como él. O más.
Fuente: Infobae